Como mínimo, cada migrante cuenta con 2.000 euros, lo suficiente para iniciar un negocio y olvidarse del viaje. El marfileño Wilfried Adingra rentabiliza el dinero de las remesas
Los africanos que viven fuera de África, los de la diáspora, envían unos 42.000 millones de euros cada año a sus países de origen, según el Banco Mundial. Se calcula que la verdadera cifra es mucho mayor. La misma institución estima que entre el 45% y el 65% de las remesas entran en el continente informalmente y, por tanto, no quedan registradas. Este dinero se utiliza, principalmente, para el consumo y la inversión de los hogares: pagar colegios, facturas médicas, comprar comida, construir casas o adquirir alguna moto o coche, en el mejor de los casos. Sin embargo, a pesar de su cuantía y su importancia (en Liberia, por ejemplo, representan el 27% del PIB y en Gambia el 21%) este dinero no termina en el sector productivo de los países, no genera riqueza ni empleo. Es decir, las remesas solucionan problemas domésticos y evitan que muchas familias caigan en la pobreza absoluta, sin embargo no contribuyen a mejorar la economía de la nación.
Wilfried Adingra quiere darle la vuelta a esta realidad y convertir las remesas en una oportunidad para que miles de emprendedores africanos puedan poner en marcha sus iniciativas y, así, generar riqueza para ellos y sus países. Este joven economista e ingeniero informático de Abiyán, la capital económica de Costa de Marfil, que siempre tuvo que trabajar para pagarse sus estudios, está lleno de ideas y energía. Hace años tuvo una gran oportunidad cuando tras la crisis política que vivió su país, en 2011, una organización internacional que ayudaba a jóvenes emprendedores le prestó 10.000 dólares para comenzar un negocio de servicios informáticos.